Te amo hoy y te amaré siempre. (Cuento corto)
El sudor escurría por tu pecho copiosamente, el vaivén de tus suaves manos sobre mis piernas me producen una exquisita y a la vez dolorosa sensación. Jadeas y tu pecho se inflama dejando ver tus macizos y morenos pectorales que me encanta acariciar en cualquier sitio donde no haya quién nos observe; no importa si es en el autobús que nos lleva al trabajo; en el cual, por supuesto, nos sentamos hasta el fondo para que nadie pueda darse cuenta de nuestras sensuales caricias.
Hoy estamos cumpliendo un año de habernos casado y nos hemos ido a vivir juntos al edificio Chihuahua que está muy cercano al de Relaciones Exteriores. Los dos trabajamos en la oficina postal que está enfrente del Palacio de Bellas Artes.
Tu respiración excitada, la boca de carnosos y delineados labios entreabiertos musitando repetida y sollozantemente el apodo que cariñosamente me pusiste: “Osita”
Tu voz cálida, orgásmicamente sensual me envuelve completamente; siento cómo subes y bajas una y otra vez de mí en un frenesí que no te conocía.
Contrario a nuestras acostumbradas sesiones amorosas con todas las luces encendidas, para deleitarnos mirando nuestros acompasados movimientos tan sincrónicamente que nos fundimos en un solo cuerpo y en un solo corazón; hoy está obscuro, muy obscuro; siento el placer de tus manos; la calidez de tu aliento en mis muslos firmes y torneados; pero la obscuridad no me permite verte. Te amo mi amor, digo con voz casi inaudible, te amo hoy y te amaré siempre. A lo lejos, muy a lo lejos, escucho voces gritando nombres; sirenas de ambulancias; de bomberos; de la policía. Y tú y yo seguimos aquí en nuestro rinconcito amado, fundiéndonos en un solo cuerpo y corazón pero; extrañamente hoy no puedo tocarte, tampoco puedo verte; de pronto tu cuerpo ha ganado demasiado peso y no puedo moverme, me sofocas, casi no respiro. Alguien se ha metido a nuestra recámara y te dice que me dejes, que no me toques; que te ayudarán a quitar los pedazos de concreto que aplastan mi cuerpo. No comprendo por qué el intruso te dice eso. Escucho tu amada voz: “Hoy diecinueve de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco cumplimos un año de estar juntos”
Fin.
Lourdes H. Siles
Encuesta
Te gusta esta página?
Votos totales: 16