Cuento corto "El Extraterrestre"
_ Fíjate Raúl que hace muchos días estaba mirando debajo de una gran mata de calabaza, que está en la parcela de mi abuelito, porque me llamó la atención algo que se movía ahí, pero la mata de calabaza era extrañamente alta, casi casi como una montaña porque medía como quince metros de alto y talvés como doce de ancho. Esta mata siempre está ahí, nunca se muere.
A mí siempre me ha dado mucho miedo entrar debajo de esa montaña verde y aguatosa porque se mantiene oscuro oscuro y no se ve nada de nada.
Un día que mis papás salieron a la linda Tapachula, mis hermanas se fueron a una gran fiesta, y mis hermanos se fueron a cangrejear con atarraya y todo el rollo de la pesca, yo me fui a bañar, luego puse la olla con agua a la lumbre del fogón para hacer café y cuando estuvo listo, me serví una tazota de café calientito y agarré muchas galletas con forma de animalitos que habían en la alacena y me puse a ver en la televisión mi programa del Chavo del Ocho, que es mi favorito. De pronto escuché ruidos raros y como te imaginarás, me levanté de volada de la perezosa porque me dio miedo.
_ ¿Y qué hiciste? ¿Qué era? ¡Miedoso eres!
_ ¡Acuérdate que estaba solitito Raúl! Y ni a quién gritarle para que me ayudara a pasar el miedo, y además en el patio sólo hay un foquito de esos ahorradores que casi ni alumbran nada; pero yo muy valiente y sudando como cuando hacemos educación física, agarré un foco de mano y me asomé a la puerta y en ese instante miré una cosa verde que salió corriendo a meterse dentro de la montaña de calabaza y yo pensé que era algo así como un extraterrestre, porque acuérdate que te dije que era verde, y ya me imaginaba yo en la televisión con mi extraterrestre dando entrevistas y todo eso, o sea, ya me imaginaba viajando por el mundo entero todo famoso y rico, con mi carrazo del año y vistiendo bien bonito como sale en los programas de la televisión el Jaime Mausán ese. Así que todo tembloroso y sudando como botella de refresco bien fría, salí al patio y poco a poco me acerqué a la matona de calabaza y ¿Qué crees?
_ ¿Qué?
_ Una luz verde bien brillante alumbraba todo el interior de la montaña de calabaza y al fondo miré una forma enorme, gorda, con cuernos y de repente se zangoloteaba y saltaba y su cabeza desaparecía en la cúpula de la montaña de calabaza y yo casi casi me desmayo.
_ ¿Pero no te desmayaste?
_ No, ¡Espérame tantito cuate! Mi corazón parecía motor de motocicleta con tubo de escape roto de tanto ruido que hacía. Yo ya no sabía si gritar, correr o persignarme y rezar el Padrenuestro cuando, de repente, las luciérnagas salieron volando de adentro de la montaña y una ranita detrás de ellas se esforzaba por atraparlas con su larga lengua. ¡Ahí me volvió el valor! Con mi gran inteligencia pensé rápido y veloz. La luz brillante que miraba en la montaña era la de las luciérnagas y el extraterrestre segurito era la sombra de la ranita que saltaba para atraparlas. Así que todo chiviado me di la vuelta para entrar a mi casa a seguir viendo la tele y a tratar de olvidarme de mi carrazo del año, las entrevistas, la ropa bonita, los viajes y… hasta del Jaime Mausán ese.
Fin.
Lourdes H. Siles.