Carta a mi padre. (Reflexión)

28.10.2013 22:37

Dedicado a todos aquellos que por los avatares del destino están lejos de su hogar.

Papi, ¡Muchas felicidades en tu día! Hoy cumples ciento tres  hermosas primaveras y para mí es un orgullo y  un gusto enorme abrazarte y darte este beso en la mejilla en señal del gran amor que te profeso y que siempre te tendré aunque pasen mil años de mi existencia.

 

Papi, aun recuerdo aquellas tardes cuando lleno de fuerza y  vigor me llevabas a mi cama desde la hamaca en  la que habíamos estado; Tú, recordando tus aventuras de juventud en las fincas de Tapachula y yo absorta escuchando todo con la atención que solo a ti te dispensaba en mi inquieta infancia, y al final fingiendo dormir para que cargada  en tus brazos me colocaras en mi cama, me persignaras y dándome un beso en la frente me dijeras: que sueñes con los angelitos Camilita.

 

¡Oh! Cuántos años han pasado desde esos tiempos felices de mi humilde niñez.

 

Guardo en el baúl de mis más bellos recuerdos esos vestidos de olanes  que  siempre me comprabas en mis cumpleaños; recuerdo que era todo un ritual la adquisición de esa prenda con encaje en la orilla de cada olán; cada año un color diferente, pero siempre en el mismo puesto del mercado Sebastián Escobar y era para mí una fecha tan esperada, y no por ser mi cumpleaños, sino porque  ese día estrenaría un vestido, un lindo vestido de olanes. 

 

Levántese Camilita, hay que ir a misa de cinco, como todos  los domingos.  Confesar  y comulgar para dar gracias a dios porque la dejó llegar a su cumpleaños y luego iremos a comprar su estreno. Ese día yo no te replicaba nada entre dientes como era mi costumbre todos los domingos, porque no me gustaba levantarme tan temprano; sabía que  al  regresar de la misa tenía que arrodillarme apenas entráramos a  nuestra humilde casita blanca de madera con puertas azules  y pedirte perdón por todos los agravios que hubiera podido hacer en la semana y tú, con la voz temblorosa siempre, por la emoción, me perdonabas y me abrazabas diciéndome: te perdono yo Camilita y Dios también; ahora levántese  y vamos a tomar el chocolate que ya sirvió su mamá.

 

Papi, qué feliz era en ese tiempo todo, nada parecía ensombrecer nuestra humilde existencia.

 

Papi, te deseo que cumplas muchos años más  sabiendo que te  amo, que sin ti no concibo la vida, que tú eres todo lo que yo más quiero y que estoy orgullosa de ser tu hija, tu Camilita, como siempre me dices, por el parecido que guardo con tu mamá y  quiero que sepas que nunca olvidaré aquellas tardes de hamaca en esa comunión  no percibida plenamente por mí en ese tiempo.

 

P. D.

 

¡Oh  Papi!  Porqué no pude decirte todo esto hace veinte años, cuando  todavía estabas entre nosotros; porqué esperé tanto tiempo.  Perdí la valiosa oportunidad de abrir mi corazón  ante ti ¡Perdóname por no haber entendido que tu vida como la mía es efímera en este mundo!

 

! Y Que tenía que decirlo antes de que ya no entonaras más la canción  que siempre nos unió! “...soy un pobre venadito que habita en la serranía...”

                                                                                            

Fin.

Lourdes H. Siles.