Añoranza. (Cuento corto)

14.10.2013 23:04

 

Pintor: Robert Grace

Al principio se escucha como tropel de caballería y logra sobresaltarme; pero en cuestión de segundos las gruesas gotas de lluvia que caen en las láminas de los techos de las casas  vecinas llegan hasta la mía y observo embelesada por la ventana de mi recámara, que da al traspatio, que al estrellarse contra el suelo, primero cavan  agujeritos y luego forman círculos concéntricos. El sonido es atronador.

 

Continúo de pie en la ventana y veo a mi padre en la acera de nuestra casa, barriendo el agua que forma pequeños charcos en las ranuras hechas ex profeso. El pantalón arremangado y sus pequeños pies gozando la frescura de la lluvia. Voltea a verme. Ven a barrer conmigo, dice. Corro por mi pequeña escoba hecha por él a mi medida y salgo a disfrutar con él el milagro de la lluvia. Papi, ¡Puedo bañarme en la lluvia?  interrogo feliz. Sí, pero no vayas a tragar agua, porque es de las primeras y trae  muchas enfermedades.

 

En la abundante corriente de la avenida nado en compañía de mi hermana menor. Él nos observa riendo, mostrando sus pequeños y blancos dientes; aun con la escoba en la mano. De repente la corriente me arrastra y mi padre corre a salvarme, diciendo: “Te lo dije Camilita, ten cuidado”.

 

¡Bah! No importa. Él me protege  contra todo.

 

A veces escudriña el horizonte achicando los ojos, para ver si todavía está lloviendo en la parte alta de Tapachula.

 

 Los almendros dejan caer con suavidad sus amarillas hojas y papá las levanta para ponerlas a secar y  luego,  al día siguiente, quemarlas en el patio trasero de la casa.

 

Vengan ya a bañarse con agua limpia. Dice, y tomen su café calientito para que no les vaya a hacer daño.

 

Salimos de nadar  y él me toma en sus brazos diciendo: “Camilita, hoy nos toca leer la ese en la cartilla, que no se te olvide”.   ¡Sí papi!

 

Ese oso se asea, así es su...

Lourdes H. Siles